Cuando la luz la penetra, le suben los colores a la cara. Resplandece, centellea, se inflama... como si un soplo de aire avivase las ascuas. Su apariencia frágil apenas logra encubrir el nervio, la voluntad y la fuerza que la anima.
Acérquese a ella. (Despacio...)
Déjese seducir por esa piel suave y brillante. Deje que su aliento cálido la empañe por un instante...
Y cuando el vaho de disipe hasta formar ese puntito de niebla que se contrae lenta y agónicamente hasta desaparecer, retroceda discretamente, ajustando las distancias a su conveniencia. Quizá entonces alcance a ver a la propia artista reflejada en la obra.
Porque la obra en vidrio de Tere Calderón rezuma sensibilidad, energía y pasión. Registra vivencias y les da forma hasta configurar una poética personal rica en matices y un acentuado poso emocional. Un caudal emotivo que le brota directamente del corazón.
Tere canaliza sus sentimientos en ese universo particular poblado de intimismo, intuición y emotividad. Consigue articular un lenguaje que, aún en esta fase temprana de su trayectoria, cobra cada vez más fuerza y adquiere ya rasgos de carácter.
La artista labora despaciosamente cada una de estas obras en vidrio, con la paciencia y la calma de quién sabe que la buena cocina requiere su tiempo. ¿La receta?... Si quiere, se la doy:
"Bata una porción de sueños a punto de nieve y, antes de que caigan los primeros copos, añada un buen chorro de sus emociones más profundas.Remúevalo todo en su cabeza hasta que adquiera la consistencia adecuada a sus anhelos. Añada ternura de 1ª sazonada con un pellizco de ilusión y, con esa delicadeza que tantas veces le caduca por falta de uso, métalo en el horno a 900 grados."
Después, en frío, reflexione...
Maese Pérez
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